Soy una gran recopiladora de recuerdos insustanciales, de momentos irreverentes que carecen de toda importancia pero que sin embargo, poseen un valor inapreciable para mí por lo sincero, vulnerable y auténticos que suelen ser. Normalmente nos referimos a ellos como “recuerdos tontos”, pero en realidad son pequeñas epifanías cargadas de valor. Muchos provienen de la escuela, de cuando estábamos en clase aburridos haciendo los ejercicios del libro, emborronando nuestro cuaderno. Entonces de repente mirabas al suelo, como podrías haber mirado al techo, y deparabas en que Esther traía un calcetín de cada color.
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