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Comienzos que se quedaron sin finales

El otro día caí en la cuenta de que llevo casi seis años escribiendo este blog. No es fácil, intento que cada entrada se impregne un poco del sentimiento que me empujó a escribir ese artículo, y que además tenga cierta coherencia y atractivo para quien lo lea. Al final, he acabado con una buena colección de párrafos descartados, (tal vez el nombre del blog debería ser el título de este post) que en su momento no supe cómo finalizar o, simplemente olvidé.

Sea como fuere hoy he querido rescatar algunos. Que el azar, como decía Duchamp y un buen amigo mío, los termine.

28 de marzo del 2007

Cuando murió mi perra sufrí un pequeña crisis existencial de carácter cuasi religioso. No entendía -realmente- porque ella estaba condenada a morir sin tener conciencia de ello.

Recordé que en La insoportable levedad del ser había un capítulo dedicado al fallecimiento de un perro. Volví a releer el libro para encontar alguna respuesta  a mi sentimiento y hallé una explicación: sufrimos la perdida de nuestros animales queridos porque, como ellos no fueron expulsados del Paraíso, no comprendemos su muerte

Lo pintoresco I 8 de diciembre del 2009

Hoy quiero hablar de apacibles paisajes que calman el desasosiego de esos lánguidos anocheceres y días turbios.

Es en esos momentos cuando me gusta imaginar paseos por bosques austenianos, ventanas con lectores que apaciblemente leen mientras cae una débil lluvia que los distrae, sólo de vez en cuando, de su lectura.
En días como hoy, me gusta observar desde mi cocina, como se mojan los árboles, como las calles de mi niñez encharcadas me devuelven mis pasos…
En días como hoy pienso…

Lo pintoresco II 25 de diciembre del 2009

Hace tiempo hable aquí sobre de cómo el arte nos pone en bandeja una galería de sentimientos que apenas conocemos, pero que gracias a la profundidad con la que son contados llegamos a imaginar, experimentar y finalmente hacer nuestros. A mi me pasó con Secretos de un matrimonio de Igmar Bergam, experimenté una especie de pavor que con el tiempo, lejos de abandonarme, se ha convertido en un recuerdo lejano pero íntimo.

Atlas 10 de septiembre 2011

Las despedidas más triste que jamás viví transcurrieron mientras dormía. De otra manera no hubiesen sido posibles, no solo por la expulsión de estos seres de nuestro espacio tiempo, sino también porque no se hubiese dado la oportunidad y, de haberse dado, yo no habría podido soportarlo, al menos con palabras. Durante el sueño nos abandonamos…

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